MI HISTORIA, POR CAPÍTULOS

DECÓMO DE REPENTE TE CAMBIA LA VIDA Y NO PUEDES REMEDIARLO…

Fiestas de Navidad 2008- Año Nuevo 2009
Disfrutábamos felices de las vacaciones, en casica tranquilamente, con nuestras cosas, en nuestro pueblo, con nuestra rutina. Además, la ilusión y la alegría se redescubren teniendo a un niño pequeño cerca. La magia de la noche de Navidad con el Olentzero o después de la Cavalgata el día 6 con los Tres Reyes Magos, se vuelve a sentir y los regalos, que uno mismo ha preparado con mimo, le provocan hormigueo en el estómago al colocarlos en el cuarto de estar preparados para el día siguiente. Así de fácil y así de felices.
Pero nuestra alegría era especialmente intensa porque estábamos esperando nuestro segundo hijo y aunque eran pocas las semanas de gestación, decidimos que sería el regalo especial para toda la familia.
Y así pasaron los días, entre risas, ilusión y algún que otro malestar provocado por la feliz noticia.
Tras los días festivos, y tal y como habíamos hecho con nuestro primer hijo, nos pusimos en contacto con el ginecólogo cumplí 7 semanas de embarazo y así comprobar que todo iba bien y el corazón de nuestro nuevo bebé latía.
Así pues, el siete de Enero acudí a la cita un tanto nerviosa, porque no tenía los mismos síntomas que había sufrido durante las primeras semanas de mi anterior embarazo, pero sin querer dar demasiada importancia a esta circunstancia. Al fin y al cabo, al menos eso dicen, cada experiencia es diferente.
Fue ya en la camilla de reconocimiento cuando el doctor exclamó: -“¿Qué tienes aquí? Parece un quiste. Tranquila, que seguro que no es nada.”
No me hizo falta más para adivinar qué era lo que tenía, lo sabía sin falta de que me lo dijera ningún análisis. No se trataba de aprensión sino de pura intuición, ese sexto sentido que dicen que tenemos a veces…
Al principio, el propio médico creyó o quiso creer que se trataba de un fibroadenoma, aunque no dudó en tomar inmediatamente las muestras pertinentes para realizar una citología que nos daría casi con un cien por cien de certeza un diagnóstico definitivo.
Lo insté para que me llamara tan pronto como tuviera los resultados el lunes por la mañana, aunque él no quería ni poco ni mucho contármelo por teléfono.
El lunes día doce era el primer día de trabajo después de vacaciones y aunque la vuelta siempre es dura, lo cierto es que estaba deseosa de retomar la vida rutinaria. Después de todo, tantos días de relax dejaban mucho espacio para pensar y seguramente me había dejado llevar por el dramatismo…
Pero antes de las 10h de la mañana sonaba mi móvil y se confirmaban mis sospechas.
Me derrumbé. En la oficina todo fueron apoyo, abrazos y besos.
Yo en lo único en que podía pensar era en mi marido y mi hijo; creía que todo se terminaba para mí, me sentí morir. Sólo podía pensar en abrazarles.
Me ayudaron a recoger mis cosas y a ponerme el abrigo y en minutos, que se me hicieron horas, llegó mi marido para llevarme a casa.
Esa tarde en la consulta del ginecólogo pusimos nombre y apellido a ese mal. Era un carcinoma, un tumor agresivo que había que extirpar. También ese mismo día, el doctor comprobó que el corazón de nuestro niño no latía.
Fueron momentos de muchísimo dolor, rabia, impotencia, tensión y miedo, mucho miedo. Jamás pensé que pudiera tocarme a mí y… ¿por qué tenía que tocarme?
Pese a todo, quise afrontarlo con fuerza y realismo, no tenía intención alguna de dejarme vencer y poseía un arma infalible para ello, la ilusión por vivir. Desde ese momento tomé las riendas de mi lucha, y en eso seguimos.


Besos mil

Aprovecho aquí para agradecer la comprensión y la ayuda prestada por parte de nuestras empresas, fue incondicional entonces y sigue siéndolo ahora. GRACIAS.
También por supuesto agradecer la rápida actuación de nuestro ginecólogo que nos orientó en todo momento en los pasos a seguir y me dijo con palabras textuales “No te voy a dejar de la mano. Estate tranquila.”